viernes, 15 de mayo de 2009

Esperanza

- ¡Oh muertos en la gracia de Dos! Por la paz que, según creo, esperan todos ustedes, díganme por dónde es el camino más certero para ascender a la montaña; pues al que más aprecia el valor del tiempo le es más desagradable perderlo y además sufrirlo en una angustia que, sin dejar de tener un resto de de esperanza, es siempre pánico.

Como aquellos seres se detuvieron inquietos al notar que detrás de mí se desplegaba la estela sombría de los vivos, yo resolví consolarlos de este modo:

- Sin que me pregunten nada, les digo que esta que aquí ven es, en efecto, un cuerpo vivo; y por eso impide la luz del Sol. El Sol de los vivos suele ser negro; así, espero que excusen mi decoloración tan impropia. ¡Pero, por favor, no se asusten! Crean en mí cuando les digo que si trato de alcanzar la cima de esa montaña es por motivo de una virtud celeste, casi azul.

Los que estaban muertos, esto es, los otros; parecieron tranquilizarse y ruborizarse bajo sus capuchas larguísimas. Yo, tan acostumbrada como estaba a la luz oscura, a la caricia tenue del rayito desasombrado, no pude ver sus caras pero distinguí el rosa glorioso desplegándose alrededor de ellos. No obstante, su caminar rítmico y más bien lento delataba una carencia musical, me recordaba a cierto relato llamado "Antífona"(1) y entonces comencé a cantar.

- Tome Coca Cola (Pp.)

Y ellos, asombrados al fin, se dieron cuenta de que tenían sed. Se volvieron sobre sus pasos con lentitud más no sin antes señalarme un punto concreto del sur. Uno de ellos me dijo:

- El problema de los muertos es que no encontramos hielo ni cosa que enfríe la bebida. Caliente, bien lo sabes, no hace más que aumentar la sed, sobre todo si se trata de música. Pero ve tú que te ves enfermo del todo, pues el mal que te aqueja no menguará tu fuerza y voluntad. Aquella que te señalo no es montaña ni está hecha de tierra; es más bien una mujer de cuerpo, vacía de adentro, y la esperanza le va bien para congelar su cima y calmar tu sed de luz, ah, de azul...

Yo procuré agradecer con una caricia pero aquel ser era etéreo como el propio aire. Tres veces lo intenté y tres veces la bondad de los brazos, que siempre es demasiado larga, fue en vano. Entonces, grotescamente encorvada, coca cola en mano, me dirigí hacia la montaña que se insinuaba sensual, desnuda de corazón y como de mentiras graciosas.

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(1) "Antífona" José A. Ramos Sucre

Para más detalles lean "TRILCE" de César Vallejo.

Y visiten mi metroflog n_n

Dd.

1 comentario:

Hellboy dijo...

Bruja al fin veo la fucking botella rosada, todo se aclara para mi ahora, es una epifania, jajajaja. me agrada saber que estaba alli cuando se declamo por primera vez