miércoles, 29 de abril de 2009

Un toque... Aproximación egoista a Idea Vilariño

Hubo una vez, entre poetas modernistas, vanguardistas y todas esas cosas - llamémoslas raras, por no calificarlas de extrañas y darles la manito con confianza - con las que nos boquiabiertea Camila Pulgar, (hermosa hasta el exabrupto), en las clases de literatura latinoamericana II; que leyendo un prólogo

un estudiante de letras

se cruzó con una escritora, apenas nombrada pero

demonios...

se llamaba Idea.

Y el editor, probablemente igual de alarmado que el estudiante, había buscado, y además descrito en el prólogo ajeno, el motivo de un nombre tan escandaloso para una persona y encontró que los progenitores habían concebido felizmente cuatro hermanitos para Idea: Poema, Azul, Numen y me extraña no recordar ahora el nombre del cuarto. En fin, es claro que los papás sabían algo... Aunque no se sabe bien de qué, o eso te enseñan en la carrera de Letras en la Universidad Central de Venezuela.

Hay que ver esto de querer matar el tiempo
Literalmente. (Hagase el egoísmo y la luz se hizo).

Yo, embobada por la magia de los nombres, me fui a dormir esa noche con Idea en la cabeza. Los poemas que habría escrito y las peleas con los hermanos: "¡Numen, deja de molestarme con esa luz!" o "¡Azul, vete a colorear a otra parte!" y esas cosas cotidianas. Luego me levanté, la gugleé y encontré cierto poema que, bueno... Que necesito transcribir acá sin mucho aspaviento porque, a decir verdad, me produce un cierto y casi insoportable terror:

El mar no es más que un pozo de agua oscura

El mar no es más que un pozo de agua oscura,
los astros sólo son barro que brilla,
el amor, sueño, glándulas, locura,
la noche no es azul, es amarilla.

Los astros sólo son barro que brilla,
el mar no es más que un pozo de agua amarga,
la noche no es azul, es amarilla,
la noche no es profunda, es fría y larga.

El mar no es más que un pozo de agua amarga,
a pesar de los versos de los hombres,
el mar no es más que un pozo de agua oscura.

La noche no es profunda, es fría y larga;
a pesar de los versos de los hombres,
el amor, sueño, glándulas, locura.

Dd.

lunes, 27 de abril de 2009

"Buscando tierra epifánica"

Mañana tengo examen de lingüística.
Tengo examen de lingüística.
Y examen de lingüística.
Y.
"¿Cómo puede la conjunción 'y' convertirse en mi problema?"

Me aterra pensar que he vuelto a mentir, aunque no lo haya hecho aún, me creo que estoy mintiendo y el verbo se hace carne. Además de la carne, últimamente me aterra volver a estar espantósamente sola, igual que antes de la literatura. Dayana me escribe al facebook, respondiendo a mi obra maestra en el estatus "Necesito sexo" que ella necesita amor; yo me hincho de realidad y le contesto que Eso no existe y Dayana, pobrecita, me contesta con un día de amigos y novio-amantedeBukowsky de por medio: "Yo sé".

David acusa mi soledad con no sé qué reproche de ojos hacia arriba delatando esperanza y pretende no herirme con sus comentarios: "Sé que estarás bien. Eres de una naturaleza mucho más fría y cínica que yo."

Y.

Yen no sabe cómo
escribir.

La buena noticia: encontré mis lecturas de teoría literaria. Las necesito para tener buenas notas en lingüística. El universo andaba mal con mi memoria y creo que tenía que ver con un asunto de hermandades lontanas ma non tanto.

La mala noticia: no se me quita la sed. No me sé despedir con la boca dulce. Se me acabaron las pelusas del ombligo. Los cerdos tienen gripe humana o los humanos tienen gripe de cerdo, en cualquier caso, la diferencia es el uso de cobijitas en las camillas del hospital.

Y todo lo que hago de pronto es una "pendejez", una "pendejez" y una "pendejez". Cáncer, Cáncer, Cáncer. Todo va tres veces para que sea cierto.

Mi bisabuela firmó siempre sus cuadros como "Rosa de G."

No es necesario que afirme la continuidad absoluta
del grotesco a través del tiempo y los poetas

Y,
no es necesario tampoco que recalque la espiral
en esto de viajar(se).

Hace mucho frío
en casa de mi madre
pero nadie se ha muerto

todavía.

Y.

Hay un cansancio que brilla
así de triste.

Y.

Todo queda todavía por decir: mañana tengo examen de lingüística; pero, como dije antes, eso no es lo que me aterra. La cosa es que hacer tierra, cuando hay caricias de por medio, es inevitable y lloroso, mentiroso, dulce, literal, esperanzado, un poco menos cínico de lo que parece, humilde, muy humilde, silencioso, incluso mortal, brillante y

enteramente

incompleto.

Dd.

domingo, 26 de abril de 2009

Resta uno más uno

- En realidad no sé mucho de matemáticas - pareció decir con sorna mientras se acomodaba.

- Es fácil - respondió ella, arrojando el cigarro a medio consumir sobre las matas muy verdes que crecían frente a la biblioteca - Uno más uno casi siempre da uno. Y los números a partir del cuatro comienzan a desarrollar una bondad rara. Ya no es uno, ni dos, ni el fatídico tres; ahora el plural comienza sinceramente a hacerse notar y hay una comodidad lógica e infalible: entre más unidades existan, menos se nota la carencia de alguna de ellas.

- Entiendo - torció él divertido - ¿Quieres algo de beber?

- Sí, por favor, algo para tomarme las píldoras estas del demonio. La sed no se acaba, una coca bien heladita estaría bien.

- ¿Estás segura de que no hacen daño esas pastillas? - preguntó con un dejo de preocupación.

- Nene, todo es relativo - respondió ella con media sonrisa y sacando otro cigarro de la caja amarilla que cargaba para todos lados - en este punto, luego de saber que soy un desperdicio de tiempo - titubeó - o del tiempo, lo peor que puede pasarme es que no vuelva a abrazarme. O que al tirar del gatillo pueda sentir la bala haciéndome cosquillas en el paladar.

- Sabes que no tienes por qué hacerlo. ¿Verdad que lo sabes?

- Sí - se dijo ella - ya lo sé. Pero estoy sola, terriblemente sola y ya no... En fin, la verdad es que sólo estoy muy, muy cansada... Sabes que lo que hago...

- Sé que me amas. - terminó él.

Entonces Ella cogió las píldoras y se las tragó sin contarlas. Comenzó a acariciar su vientre, luego se frotó las manos, los dedos que se le entumecían por momentos. Había comenzado a sentir cómo ardía su estómago y recordaba, como entristecida, a la jirafa que cuando le preguntaban que si la que tenía era su mejor sonrisa, ella respondía que eran gases.

Se demoró un poco más en el vientre. Luego siguió hacia arriba, obviando estereotípicamente los senos todavía frescos, se tocó la parte de atrás del cuello un momento y llegó a los labios. A Ella le hubiera gustado que sus lágrimas fueran un poco más frías. Debían ser cinco o cinco y media de la tarde y la noche se insinuaba, una vez más entre rosa y naranja. Recordó la película del sueño, se llamaba Cercajana. Odiaba la película del sueño.

El vientre pareció explotar en pánico y ella pudo sentir, además de ver, cómo se escapaba un hilito de sangre bajo sus piernas. El dolor debió haber sido atroz pero ella terminó de fumar la mitad del nuevo cigarrillo, se encogió sobre sí, tomó el morral y la cajita y arrojó todo sobre las matas.

- Uno más uno... - susurró - El gran problema del mundo es que no sabemos lo que estamos diciendo.

Hubo un disparo y comenzó a lloviznar despacito. Cerca, seguramente, alguien acababa de arrojar por enésima vez el violín en la silla que daba a la ventana.

Dd.

sábado, 25 de abril de 2009

Anoche se mojó todo

¡Tierra, tú quieres lo invisible!
Rilke, Elegías.
El pobre
pobre
pobre
pobre
pobre
pobre

está comiendo,
con modales,
arepa con mariposa;
los peces están llorando
(con los ojitos en blanco).

Habiendo así transformado el tiempo, la sangre y los brazos

el solo
solo
solo
solo
solo
solo

vino, dejó la necedad gástrica tras la puerta y corrió a avisarle
a todos sus conocidos
que ya la música no le interesaba

que ya no había pez
pero que el cuerpo se quedaba
dese(o)-dese(o)-dese(o)-d.

Hay mucha tierra últimamente
y ya no nada, nada de nada.
El universo es sólo una
gastritis,
sólo no tener ganas de mirar con los ojos
durante largas caídas mortales.

Se agradece no tirar la cordialidad en la poceta
(ni andar sólo por ahí,
mejor consígase rápido
algo de real).

Dd.

jueves, 23 de abril de 2009

Motivo de tierra

Conmemorando la excelente clase de Tradición y Literatura que tuve hoy y el provisional abandono de mi hermano por las noches.

El poema que transcribo a continuación, "Motivo de tierra", debí haberlo escrito durante el dos mil siete o algo parecido. En fin: "Te daré corazón"...

Historias la(aaa)rgas de tiempos más bien ralos. Literalmente estoy des-esperada, aunque no me acostumbro a la idea de ser inmortal; toda una idea.

Bah.

Lo pongo, lo leo y lo releo. Gracias a Rody por el libro que me regaló hoy.

Dd.

Motivo de tierra

Devora gusanos
entre suavidades,
ese morbo de piel

que viene como arcada
justo después del suspiro.

Llevo tres muertos
en la espalda
uno por cada conciencia.

Tengo destinos
y destinos,
todos metros bajo tierra
enterrados, gritando:
¡Estoy vivo, pero no me muevo!

Y cada lágrima que les lloro
es uno de tus rostros.

Somos bien cuidadosos.
Y hacemos un florín cómico
antes de caer en el hoyo
del que nos sacan a la fuerza
cuando nos dicen que son los demás
quienes vivieron felices por siempre.

La princesa,
con el rostro lleno de tierra,
ha hundido dos dedos cerca del lago
y dice: aquí estoy.

Dd.

De la pause

Arrête coeur,
arrête.
Reste tranquile et
pour toujours
dans la main
de celui qui ne peux pas
être
nommé.

miércoles, 22 de abril de 2009

La vida de las marionetas

Mi alma, mi corazón
y mi gloria
bajo el sol.

Algo estúpido nos une.

Soy un desperdicio
de tiempo, de color y de
sudores domingueados.
Ainsi font
font
les marionettes
c'est la mer.

Hierve la tinta verde
en sus tinteros
y sonríes.
Tú esperas.

martes, 14 de abril de 2009

Agua sucia (o fábula del zorrillo y la hormiga)

Había una vez un zorrillo que quería ser hormiga y ese zorrillo era mi hermano (porque al final yo tenía sangre). Sabíamos que zorrillos y hormigas estaban naturalmente diferenciados: el opio, los tatuajes, las patas y el olor. Sin embargo, esta vez, cuando la hubo, el deseo de la carne pudo más que la nausea y, como siempre, se repitió: habla una tez, de un amarillo que quería (a gritos) ser fornicado; ese amarillo estaba en mi mano.
El agua estuvo siempre compuesta por imágenes extraordinariamente crecidas y maduradas bajo la lluvia. La lluvia era importante para poder llegar a ser algo, sobre todo si se trataba de una hormiga o de aquel que fornica.
- Nací anoche - dijo el zorrillo - y tuve la oportunidad de hacer unas cuantas gárgaras sobre el cemento.
(La lluvia caía sobre los encimas) yo no sé, lo mío era la sangre y pensaba que las nubes se orinaban en la dirección incorrecta, muy propia de las cosas humanas: hacia abajo.
El zorrillo hablaba con extraordinaria fluidez, hablaba con las manos y repetía los recuerdos nocturnos - ¡Mira que nací anoche! - pero, a medida que se acababa el tiempo, yo, que era pura sangre, notaba que el zorrillo se acercaba a mi mano, como buscando la vida pobre que tanto me había costado derramar. Gritar era negar la repetición, era aburrirse con dignidad. Las cosas entonces comenzaron a circunstanciarse: mucho se habló de la selva de cemento, pero allí no hubo nunca un animal.
Había tiempo, una mano; quiero decir, mi hermano. Había un olor que se narraba en unos cuantos cantos. Ya el zorrillo no decía palabra, sólo me miraba con ojos negros como si fueran ojos azules. Así se llamaba el poema: tus ojos.
Yo quería masticar madera o detenerme en ella, el zorrillo quería ser hormiga ¿Eramos tan distintos? Finalmente ambos éramos lluvia, al menos yo lo era un poco, pues yo era sangre y árbol, casi latido.
- Morí hoy - dijo el zorrillo y pecó. No tenía cuerpo pero tenía ganas. El ser era nauseabundo, llovía, el fuego lo habían prohibido por tener olor deliberado a ventana, a zorrillo, a fornicación, a hermano.
El amarillo se mordió la cola y el zorrillo volvió a ser un silencio: todos respetábamos los márgenes de las hojas pero la vida estaba abierta para siempre. Llovía opio y no bebíamos, aun sin cuerpo; hacíamos gárgaras, también parecían llover manos.
- ¡Yo quiero ser una hormiga! - dijo el zorrillo como acordándose de pronto; luego vomitó madera sobre mí. Estiré mi conciencia todo lo que pude hacia él, intentando no ahogarme con el olor. Las patas de las hormigas, que roían el tiempo, construían la distancia manual y se volvían una y otra vez sobre sus pesos.
- Yo, esta vez, quiero ser hormiga - susurró el tiempo, olor de hormiga. En mi hermano, rítmica elemental: mi hermano y mis manos, las suyas, las hormigas recorriendo las espirales de las yemas. La poesía era distinta, con olor a madera, sólo sangre.
Yo sólo recuerdo, algunas veces, que las hormigas comimos zorrillo durante meses y todo ese tiempo olíamos más o menos mal.