lunes, 10 de noviembre de 2008

Elasco y la existencia trágica

Todos tenían por costumbre acostarse temprano. Elasco no, él se quedaba por la lluvia, desde la lluvia. Se hacía a su idea. Elasco era regulado, tempranero, quehiriente del helado perdido. Deseoso Elasco de morirse, un día, compró un amigo borracho en la esquina, lo zarandeó y le increpó, mejor dicho, le declaró su amor. Elasco no ha muerto todavía. Elasco me espera en la esquina con las pantaletas mojadas de deseo. Tengo que hablar seriamente con él, me tiene de pocos comeres y menos dormires con sus cánticos tontos. Ayer hablamos del músico y de la espantosa noche prematura que había despertado a los grillos antes de lo oscuro. Hablábamos de cagarnos de miedo, o quizá de cagar miedo. Elasco no ha terminado de decirme, yo me lamentaba, ciego muy ciego, de poderlo escuchar incluso entonces. Elasco y yo vamos a tirar. Elasco coloca el polvo sobre mis piernas, yo sé que sólo allí puede respirar y le rasco la cabeza mientras él se acomoda en lo humano. Elasco me ha traído un frasquito con lluvia para beber, para que no me olvide de la esperanza en su beso. Elasco quiere irse. Elasco está muy azul últimamente. Creo que Elasco me ama: le he dicho "Please fuck me?" y él ha prometido matarme mientras duerma. Dd.

1 comentario:

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